lunes, 18 de enero de 2010

Dolores Sabatianos II

Hablo del dolor ciego
ese que es tan tuyo y mío
el que quema
que retuerce las entrañas
cuando el pecho se parte en dos


Hablo del dolor ciego
tan inherente
a nuestros mínimos gestos
tan arraigado en nuestra comunicación.

Hablo del dolor ciego
y es redondo
como un agujero negro
allí donde la luz se tuerce


Hablo del dolor ciego
que me estalla
cuando vienes, cuando te vas,
cuando permaneces
y no estás.

Dolores Sabatianos II

Hablo del dolor ciego
ese que es tan tuyo y mío
el que quema
que retuerce las entrañas
cuando el pecho se parte en dos


Hablo del dolor ciego
tan inherente
a nuestros mínimos gestos
tan arraigado en nuestra comunicación.

Hablo del dolor ciego
y es redondo
como un agujero negro
allí donde la luz se tuerce


Hablo del dolor ciego
que me estalla
cuando vienes, cuando te vas,
cuando permaneces
y no estás.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Parido por dos

agora reverbero en el hipostástico almacén de crisantemos
farfullando un caballo por sus belfos
y respiro un éter dionisiaco
que hace menstruar a mi padre recién nacido.

Afuera barrita un elefante triste
dejando que se pudran aquí dentro los helechos
que con mano audaz plantaste entre mis piernas
para luego huir en desbandada



en la ciática me dueles como un aguijón de diputado
como un riñón de alcantarilla
y barrunto en tus barros doscientos miligramos de pus, aceite, grasa y jocoqui
amoroso detrito
funámbulo nocturno de tus ríspidos peditos

enciendo la tevé para no mirarte
y acaricio al perro que se nos murió ayer
mientras te revuelcas hediondo a tequila
y me juras que te irás así que se sequen tus zapatos


piltrafa es mi corazón manoseado
engullido por un mecenas de alcurnia sospechosa
deseando estar clavado como cristo a tus caderas
con la corona de espinas entrando en tu secreto
pero heme aquí en un vaso de plástico chino
masturbando a mi patrón que gime como niña parapléjica.

lunes, 5 de octubre de 2009

Llaima

Mira bien esta boca espuria:
Es ella la que te va a comer.
Acércate resignado
Aun sabiendo que vas a morir.
Soy un túnel, un abismo;
La fuerza que gravita
Y te pierde en el delirio.
Resucitado eres volcán
Y mi rostro es la ladera
Que se ciega con tu lava.
Orgullosa soy tu perra,
Fervorosa me arrodillo,
Dedicada soy tu geisha.
(Soy ahora la que manda
La que ordena y satisface.)
Esta boca que tú odias
Cuando grito y te maldigo
Es la misma que ahora anhelas
Y le ruegas que no pare
No me amas (no me miras)
No te amo (no te miro)
Pero ahora el paraíso
Es mi lengua,
Es mi garganta,
Y tus manos me retienen
(Yo soy la libertad
Que tu cauce necesita).
Un espasmo, un gemido
Algo tibio me sofoca
Y a tus hijos los devoro
Cual Medea en agonía.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Esta noche tú no mueres

En la comisura de mis pestañas
te dejaste olvidado
un peldaño de tus ojos.

Y hoy, sigilosa,
camino bordeando tus pupilas,
recogiendo los gajos
de tu última mirada.

Las manos de la tierra
recortadas sobre el recuerdo
lloran incansables
en esta noche empedrada.
Ni el mediodía de tu cuerpo,
ni la arboleda de tu sangre,
ni el color de tus silencios
se le clavan en el vientre.

Esta noche tú no mueres
porque yo te sostengo
con el agua de mis palabras
y te purifico entre las ramas
de mi infancia,
y enhebro cantos
en las vetas de aquel árbol
y suelto esquinas
en las flores de tus dedos.

Es que tú me llueves
en el perímetro de mis llagas
y te vuelves templo
de mis horas desterradas
y entornas tu voz
en el hueco de mis pasos,
y te callas oasis
en la arena de mis nostalgias.

Esta noche tú no mueres
porque yo te coloreo
con mis rondas de febrero,
y disperso golondrinas
en el manto de tus miedos,
y encadeno el pastizal
donde acunas hoy tus huesos.

Es que tú me atardeces
con las hojas de un otoño,
y te vuelves nave
encallada entre mis ruegos,
y de pronto un valle
se columpia entre tus brazos,
y florecen campos
de tus manos enterradas,
y una rosa me sorprende
con su voz amarillenta,
murmurándole a mis ojos
del color de las espinas,
que esta noche tú no mueres...

amaneces desde el tiempo.



Gracias Mildemonios por hacer posible este poema.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Serenity Now

Dónde está el dolor
que me pateaba las entrañas?
Esta calma tibia
no me convence.
Oh Electra!
viejo amigo Edipo!
Ya no compartimos
el rasgar vestiduras.
Cuando intentaré,
de nuevo,
arrancarme los ojos?
Cuándo podré‚
de nuevo,
revolcarme en mi propia sangre?
Vuelve
furia,
volcán,
tormento
que la sangre tibia
no me llega a los sentidos
y estos mueren
asfixiados en la inercia.

martes, 11 de agosto de 2009

De lo que no te dije (robo a mano armada)

De cómo me oculto.
de mi caminar diurno
-lento-
mi mente veloz.
De mi caminar nocturno apresurado.
De mi cartera llena de objetos inservibles.
De mi dolor infinito
-escondido-
De la mentira que creé para ti.
De mis cigarros torcidos.
De mi deseo carnívoro por aquel...
De los pensamientos volátiles.
De mis ansias...

Mi boca hecha agua
mis ganas de tenerte
-y te tengo-
de mi plan maquiavélico.
De mis técnicas.
Mis tácticas.
mis dudas.
De mi temporada de alcohol
y despechos
De mis letras ocultas.
De tu clave.
De mi interés por él
-que no conoces-
De mis amantes
y sus mañas
De mis gritos
-ahogados-
De mi tristeza sin fin
y sin dueño
De mi locura.
De mis viajes.
De mis escapadas.
De mi celular que sirve
y digo que no.
De mi condecoraciones.
De mis gatos.
-y su extraño proceder-
De mis inventos.
De mis victimas.
De mis caprichos.
De mis planes.
De la huida.
De mis burlas.
De mis comparaciones.
De mi ternura escondida.
De mi egoísmo.
De mi envidia.
De mis investigaciones.
De mi sexto sentido.
De lo que dices
y no es.
De mis visitas secretas
a aquella casa.
De mis visitas publicas
-a ellos-
Del préstamo que hice
-y jamás me pagaron-
De mi actitud cínica y despreocupada.

De mis verdades que brotan.
De mi histeria contagiosa.
De esa comida rara y mal combinada.
De mi adicción.
De mis pecados
-capitales-
De lo sincera que soy
y me asqueo por ello.
De tu alma podrida
y desolada.
De mi inmadurez.
de mi impulsividad.
de mis estados
-de inercia-
de lo que pude hacer
y no hice.
De mi plan de hacerte feliz
-y me aburrí-
Del libro que robé.
Del libro que dañé
y compré uno nuevo
-jamás supieron-
de mi vocación
de servicio.
De mi falta de instinto
-maternal-
De mi oído que oye
y no escucha.
De las cosas que pienso
y me las guardo.
Del infinito.
De mi odio.
Mi alegría.
Mi lastima.