miércoles, 2 de septiembre de 2009

Esta noche tú no mueres

En la comisura de mis pestañas
te dejaste olvidado
un peldaño de tus ojos.

Y hoy, sigilosa,
camino bordeando tus pupilas,
recogiendo los gajos
de tu última mirada.

Las manos de la tierra
recortadas sobre el recuerdo
lloran incansables
en esta noche empedrada.
Ni el mediodía de tu cuerpo,
ni la arboleda de tu sangre,
ni el color de tus silencios
se le clavan en el vientre.

Esta noche tú no mueres
porque yo te sostengo
con el agua de mis palabras
y te purifico entre las ramas
de mi infancia,
y enhebro cantos
en las vetas de aquel árbol
y suelto esquinas
en las flores de tus dedos.

Es que tú me llueves
en el perímetro de mis llagas
y te vuelves templo
de mis horas desterradas
y entornas tu voz
en el hueco de mis pasos,
y te callas oasis
en la arena de mis nostalgias.

Esta noche tú no mueres
porque yo te coloreo
con mis rondas de febrero,
y disperso golondrinas
en el manto de tus miedos,
y encadeno el pastizal
donde acunas hoy tus huesos.

Es que tú me atardeces
con las hojas de un otoño,
y te vuelves nave
encallada entre mis ruegos,
y de pronto un valle
se columpia entre tus brazos,
y florecen campos
de tus manos enterradas,
y una rosa me sorprende
con su voz amarillenta,
murmurándole a mis ojos
del color de las espinas,
que esta noche tú no mueres...

amaneces desde el tiempo.



Gracias Mildemonios por hacer posible este poema.